Club de lectura: Una lectora nada común

Por fin ha comenzado el curso lector, y como cada año en este club, inauguramos con una novela que trata sobre libros, sobre lecturas o sobre ambas cosas. En este caso la protagonista es una lectora que encuentra el placer de leer a una edad bastante avanzada y en un entorno en el que no está demasiado bien visto debido a su actividad laboral… Con estos datos puede que haya despistado un poco: se trata de la reina Isabel II de Inglaterra. El planteamiento es de lo más original y las situaciones que se dan a lo largo de las páginas en muchas ocasiones provocan la risa. Lo cierto es que el argumento se reduce a lo que acabo de exponer: simplemente por una acción casual la Reina de Inglaterra se convierte poco a poco en una lectora voraz, cuya nueva afición asusta a la cúpula política del país. Estos temen que descuide sus funciones y obligaciones ahora que los libros la acompañan allá adonde va, e intentan por todos los medios que deje de leer. Pero no sólo no tienen éxito en su empresa sino que el final nos depara una sorpresa en forma de decisión regia.

Una novela ligera, tanto en su contenido como en el número de páginas, se lee del tirón y la originalidad de la historia provoca la simpatía del lector. Aunque no la de todos los lectores… Aquí es donde comienza la sesión del club.

Es lo bueno de estas reuniones a mil voces, que la opinión de cada una es diferente y que todas valen por igual.

Pero comencemos por el principio. Como siempre en nuestras sesiones leímos un poema relacionado con la lectura, en este caso la elección fue muy sencilla ya que aparecía en la novela, no en vano se nombran decenas de autores y textos: Los árboles, de Philip Larkin.

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No hubo demasiadas recomendaciones pero seguro que en las próximas semanas cogemos carrerilla y empiezan a llover las sugerencias. En cualquier caso sí se habló de la tetralogía Dos amigas, de Elena Ferrante, que quienes la habían leído afirmaron que les había gustado mucho. La simple mención de este nombre abrió un debate sobre la reciente polémica y estuvimos hablando largo y tendido acerca del derecho al anonimato de los escritores. Supongo que todo el mundo habrá oído hablar del asunto, pero por si acaso, sitúo en antecedentes: Elena Ferrante siempre ha sido un pseudónimo, nunca se ha sabido si se trataba de un escritor, de una escritora o cuál era su nacionalidad. Su intención era mantenerse en el anonimato más absoluto, pero un periodista, tras investigar cuentas bancarias y seguir un rastro difuso, ha descubierto la identidad que hay tras el nombre.

A partir de ahí comenzamos a debatir sobre la intimidad de los autores, si cada vez que acuden a una presentación lo hacen por voluntad propia o por exigencias de la editorial, si un escritor es necesario sólo en sus libros o el encuentro con los lectores hoy en día forma parte de su trabajo. Hubo muchas, pero muchas discrepancias, y no nos pusimos de acuerdo; lo que para nosotras no supone ningún problema, porque nos encanta el intercambio de pareceres.

Belén recomendó Sí importa el modo en que un hombre se hunde, de Rodrigo Cortés, que se adaptó al cine con el título de Concursante. María Ángeles, una de nuestras bibliotecarias, recomendó Un animal es una persona, de Franz Olivier Giesbert: le ha resultado demoledor. Trata de los manejos de la industria cárnica y del mal comportamiento de los humanos con los animales. Afirma que se lee rapidísimo pero te deja pensando en aquello que has leído durante mucho tiempo. Una de las ideas más terribles y al mismo tiempo más consoladora que se extrae de su lectura es que la Naturaleza nos está devolviendo todo aquello que le estamos haciendo.

Y por fin nos centramos en Una lectora nada común. Y hubo opiniones para todo: ha habido a quien no le ha gustado nada la novela, porque no le ha resultado creíble y, desde luego, creíble no es. Pero no podemos olvidar que se trata de una novela y es ficción, ante todo, ficción. Y creo que como tal hay que leerlo, sabiendo que se utiliza el nombre de un personaje público para narrar una historia inventada. El tratamiento que hace el autor de los personajes refleja una crítica social que en muchos casos es muy poco velada: sin duda alguna la Reina es la que resulta mejor parada, plasmada con humanismo, mientras que todos los políticos que la rodean se convierten en los villanos de esta historia.

Todas estuvimos de acuerdo en que cualquier lector se puede sentir identificado con la protagonista del libro, incluso siendo Isabel II, porque los usos y costumbres de los lectores se parecen, independientemente de la clase social a la que pertenezcan o de su situación económica. Y se convierte en una lectora valiente, porque todos sus asesores hacen lo imposible para que deje de leer, aunque ella no desiste, a pesar de los obstáculos que le ponen en el camino. Y cualquier lector haría lo mismo, enfrentarse a quien hiciera falta con tal de pasar un rato con su libro.

La novela está llena de humor y de fina ironía, provoca la risa en numerosas ocasiones y consigue acercar a un personaje poco accesible. Este libro nos muestra poco a poco, dejando pequeñas gotas, los beneficios de la Literatura, hasta el punto de que la protagonista se hace seguidora de la República de las Letras, con todo lo que esa afirmación significa.

En definitiva, una novela original, divertida y diferente que supone todo un homenaje a la lectura, y eso para un club como este, es un placer.

Una lectora nada común una-lectora-nada-comun

Alan Bennett

Editorial Anagrama

119 páginas

 

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